Gorate

     

            Saludos, lector. Mi nombre es Leonardo Fermoselle Leflem, y voy a hablarte sobre un lugar antiguo y misterioso; el escenario de varias de las historias de Gorate.

            Gorate era un pueblo muy, muy antiguo. Ubicado en la zona este de la provincia de Málaga, entre los pueblos Totalán y Moclinejo, fue fundado por tres misteriosas familias conocidas por los apellidos Tofone, Telmasé y Lesselt en colaboración con los habitantes de Alderete, una pequeña aldea que hoy en día ya no existe, lo fundaron en el año 1600 de nuestra era. El pueblo debe su fundación a dos milagros, conocidos desde aquel entonces como los milagros de la Virgen. Así figuraba en los libros de historia del pueblo, redactados por los Lesselt. Uno de ellos tuvo lugar el día tres de febrero del año 1600, el otro, el día cuatro de febrero del mismo año. El primero de aquellos misteriosos sucesos fue narrado en exclusiva por un hombre de mediana edad originario de Alderete, una pequeña aldea de pastores. Aquel día, el hombre guiaba a su rebaño de cabras a través de los terrenos cercanos a la alta colina sobre la que meses después comenzó a erigirse el pueblo, conocida en aquel entonces como Colina Torre Torcida. Y cuando decidió sentarse a la sombra de una alta encina, para tomar un bocado y saciar la sed, presenció la repentina aparición de una misteriosa mujer que se hizo visible luego de que un fogonazo de luz rojiza inundase por un instante el lugar, cegando al pastor durante unos segundos.

            Guiándose por la descripción del hombre, se sabe que la piel de la misteriosa mujer era tan blanca como la leche, su cabello era largo, muy largo, negro y muy brillante; sus ojos eran igual de negros que su pelo, aunque a diferencia de este, carecían de brillo, es más, ni siquiera reflejaban la luz del sol; de ellos brotaban dos sendos ríos de lágrimas tan rojas como la sangre. Según explicó el hombre, la mujer apareció sobre una enorme roca de mármol blanco a medio enterrar en mitad del campo, y conforme lo vio, comenzó a hablarle:

            —«Hijo mío, estás en presencia de la madre de Dios. He descendido de los cielos para comunicarte la voluntad del Creador». —Lamentablemente, no hay un registro fiable sobre esto, todo son teorías y suposiciones; en aquellos tiempos las personas eran bastante supersticiosas y fáciles de engañar, y no te podías fiar a la ligera de lo que te contaban. Se tiene constancia de que la Virgen le transmitió al hombre un segundo mensaje antes de desaparecer, que podrás leer en un momento. Lo siguiente que ocurrió es que conforme la Virgen desapareció, el pastor echó a correr hacia su aldea para contarle a alguien lo que acababa de ver, abandonando allí a su rebaño.

            La historia del segundo milagro es algo más creíble que la del primero, porque este fue presenciado por varias personas más. Algunas horas después marcharse, el pastor regresó en compañía de algunos de sus vecinos, a los que condujo hasta aquella enorme roca, y todos ellos vieron con asombro que las huellas de unos pies descalzos que parecían ser humanos habían quedado grabadas sobre la piedra; era como si las huellas hubieran sido herradas en el mármol. Aunque de la supuesta virgen no había ni rastro. Al día siguiente, al caer la noche, el pastor y sus vecinos acudieron nuevamente hasta donde se encontraba la piedra, esta vez en compañía del alcalde y del párroco de Alderete, para que dos altas autoridades diesen fe de que las huellas grabadas en la piedra eran reales.

            Y ambos dieron fe… sin duda alguna aquellas eran las huellas de unos pies humanos, y por su reducido tamaño, debían pertenecer a los pies de una mujer. Y también dieron fe del segundo milagro, porque conforme el alcalde, el párroco y los vecinos rodearon la piedra al tiempo que el pastor narraba por enésima vez su historia del día anterior, el cielo sobre la colina se hendió como si alguien lo hubiera cortado con un cuchillo y una luz rojiza comenzó a manar de la brecha. La raja en el cielo se ensanchó, mostrándoles un cielo que no era el mismo que tenían sobre sus cabezas. En aquel momento eran las doce en punto de la noche, y el cielo que veían a través del agujero era también un cielo nocturno. Pero este estaba poblado por estrellas que nadie conocía, algunas enormes y centelleantes, otras pequeñas y a punto de apagarse; junto a ellas brillaba con intensidad una luna tan roja como la sangre… la fuente de la luz rojiza.

            En un primer momento, tanto el pastor como sus convecinos quedaron horrorizados ante la visión de aquel extraño cielo y del misterioso astro rojo.

            —¡Esto es cosa de brujería! —clamaron algunos de ellos y el alcalde.

            —¡Es el fin del mundo! —clamó el párroco; ya sabes, los religiosos y su costumbre de asociarlo todo con el apocalipsis.

            —¡Es un milagro por obra y gracia de la Virgen! —espetaron al mismo tiempo seis misteriosas personas que segundos antes no estaban allí, todo esto mirando fijamente a los ojos de todos los presentes, que enseguida quedaron convencidos de que aquello se trataba de un milagro obrado por la misteriosa virgen que el día anterior se había manifestado ante el pastor.

            El segundo milagro validó el testimonio del pastor sobre el primero y, conforme una de aquellas extrañas personas clavó sus ojos en los de Paco —el pastor—, este transmitió el que según él era el segundo mensaje de la Virgen: «Tú y tus vecinos erigiréis un templo en mi honor en la cima de aquella colina. Y a sus pies construiréis un pueblo en el que mis fieles vivirán felices y en paz». La misteriosa virgen fue bautizada como Nuestra señora de las Lágrimas de Sangre. A la extraña luna, que desapareció junto al cielo en el que brillaba cuando la brecha volvió a cerrarse, la bautizaron como la Luna Roja. El grupo de seis personas, tres hombres y tres mujeres que al parecer debían ser parientes entre sí, recibieron el título honorífico de Fundadores, y desde aquel mismo instante guiaron a los aldeanos y les prestaron apoyo económico para comenzar a construir el pueblo tal y como les había encomendado la Virgen, y le dieron el nombre de Gorate.

            Digo que esas seis extrañas personas debían ser parientes porque cada pareja de hombre y mujer compartía rasgos muy similares entre sí. Dos de ellos eran de tez tan pálida como la de la Virgen descrita por el pastor, con la misma melena negra, larga y brillante, y con los mismos ojos negros y sin brillo; vestían de negro, de los pies a la cabeza, con ropas de muy buena calidad. Otros dos tenían una coloración de piel común y corriente, pero sus ojos eran amarillos y de pupilas verticales, similares a los ojos de los felinos, y su cabello era blanco como la nieve; estos vestían tal y como lo hiciera la nobleza por aquel entonces. Los otros dos eran bajitos y regordetes, el hombre estaba calvo en la parte superior de la cabeza, aunque de su nuca brotaba una larga melena de pelo castaño, y ambos tenían los ojos azul eléctrico y las pupilas ligeramente rectangulares, similares a las de los ojos de las cabras; estos dos vestían de forma desaliñada. Los primeros eran los Tofone, los segundos los Telmasé y los terceros los Lesselt.

            Guiados por los conocimientos de los Fundadores —todos ellos poseedores de diferentes dones, a cada cual más raro, aunque los aldeanos parecían no percatarse de ello—, los habitantes de Alderete levantaron en la cima de la colina el primer edificio del pueblo: el Convento de Nuestra Señora de las Lágrimas de Sangre, y llevaron hasta allí la gran roca de mármol para rendirle culto. Y después, siguiendo los deseos de la supuesta virgen, construyeron el resto del pueblo. Primero, la zona conocida como la Plaza Central, el centro mismo de Gorate, y desde ahí fueron extendiéndose en círculo, forrando la colina con calles y casas de piedra.

           La Colina Torre Torcida era ancha en su base, e iba estrechándose hasta terminar en una cima ligeramente plana; parecía una inmensa galleta de cucurucho helado que alguien hubiera dejado allí, tirada del revés en mitad de aquellos campos. Las calles y los edificios del pueblo descendían la colina como si se tratase de cientos de hormigas bajando por la galleta. Todo, tanto edificios como calles y calzadas, fue construido usando piedras grises de diversos tamaños talladas de forma rectangular. Se dice que las piedras habían sido extraídas de la base de la colina, y sí, provenían de ahí, pero no de una cantera, formaban parte de algo bastante antiguo… sobre lo que no voy a hablarte en esta entrada.

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