La ardilla gris. Parte II

La Ardilla Gris

Torreleones

            Aunque antes de comenzar a narrarte la historia, lector, quiero hablarte sobre uno de los escenarios en los que cobra vida: Torreleones, conocida como la ciudad de los infortunios, era un lugar misterioso en el que siempre, desde sus inicios, ocurrieron cosas raras.

           Fue fundada en el año 1700 por dos personas conocidas como Antonio Salazar Tofone y Mario Domingo Telmasé, descendientes de dos de las tres familias fundadoras del pueblo de Gorate. Estos dos hombres tenían un proyecto, una visión concreta que debía cobrar forma en aquellas deshabitadas tierras que colindaban con el misterioso Bosque de los Lamentos, el cual, como si de un largo brazo formado por árboles se tratase, las conectaba con el antiguo pueblo de Gorate.

            Por lo que se sabe (y no es mucho), bajo aquella zona en concreto había unas minas que contenían algo que, de ser cierto, los haría ricos y famosos (además de muy poderosos). Empleando buena parte de sus fortunas y mucha mano de obra de Gorate, en cuestión de solo unos años Mario y Antonio levantaron un pequeño asentamiento circular de casitas grises con tejado negro idénticas a las que formaban su pueblo natal alrededor de la entrada a las minas: un gran agujero que de un día para otro había aparecido en mitad del rocoso suelo. Aquello recibió el nombre de Colonia de Orate (Antonio quiso llamarlo Colonia de Gorate, pero Mario deseaba que su pequeña creación gozase de nombre propio).

           Durante algunos años aquellas minas fueron explotadas por quienes poblaban la colonia (que, como si de magia se tratase, nunca eran capaces de recordar qué extraían exactamente de las minas). Pero, abruptamente, tal y como habían llegado, Mario Domingo Telmasé y Antonio Salazar Tofone desaparecieron. Y no solo ellos, sino el acceso a las minas, el cual fue cubierto de la noche a la mañana por una alta torre de brillante piedra negra y altos ventanales de cristal rojo la cual estaba cerrada por una puerta de madera negra y cercada por una verja custodiada por varios leones de bronce que descansaban sobre los cuartos traseros. ¿Dónde habían ido a parar ambos? ¿De dónde había salido aquella torre? Dichas cuestiones nunca fueron respondidas, y con el pasar de los años fueron olvidadas por aquellos que habitaban la Colonia de Orate.

            Con el tiempo todo aquello (el misterio de las minas y el de los fundadores) pasó a convertirse en una historia, una de muchas que correrían de boca en boca por las calles de la recién bautizada Torreleones; de tanto hacer referencia a la Torre de los Leones, como habían bautizado al misterioso torreón negro, los habitantes de la colonia decidieron que aquel nombre: Torre de los Leones, no le quedaría mal a su hogar, que para 1810 había pasado de ser un pequeño cúmulo de casas a convertirse en una floreciente ciudad. Y así, tras acortarlo un poco, los torreños bautizaron su amada ciudad como Torreleones.

            Del otro escenario te hablaré a lo largo de la narración: el misterioso Bosque de los Lamentos.

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