Torreleones. La ciudad de los infortunios

            Hola, lector. Me llamo Leonardo Fermoselle Leflem y voy a hablarte sobre el que fue mi hogar durante mi infancia y buena parte de mi vida adulta… Hasta que me vi envuelto en el condenado plan de Grímory y tuve que huir para nunca más volver.

            La ciudad de Torreleones era conocida por muchos como la Ciudad de los Infortunios… ¿La razón? Muchas en realidad, aunque especialmente por culpa de un pozo (más adelante te contaré). Había sido construida formando un enorme círculo de aproximadamente unos doscientos quince kilómetros de diámetro dividido en tres anillos. En el centro de dicho círculo se alzaba dominante el monumento que le otorgaba su nombre a la ciudad: la Torre de los Leones, que en otros tiempos fue el acceso a las minas (las cuales no contenía precisamente minerales) que en 1750 originaron la fundación de la Colonia de Orate, el nombre original de Torreleones.

            Se trataba de una inmensa torre de mármol blanco que simulaba ser un faro portuario, una imitación del Faro del puerto de Málaga. Su base, de mármol negro, estaba rodeada por seis leones de bronce, todos ellos sentados sobre los cuartos traseros. El primer anillo, conocido como Zona Antigua, se cerraba alrededor del monumento; allí se encontraban las primeras casas que los mineros de la colonia construyeron, todas ellas idénticas a las de Gorate. El segundo, la Zona Nueva, conformado mayormente por altos edificios de los años cincuenta en adelante, se cerraba alrededor del primero. Y finalmente el tercero, la Zona Industrial, un polígono (conocido como Polígono Tofone) circular colmado de antiguas naves industriales, chalets y alguna que otra urbanización, que rodeaba a toda la ciudad y colindaba con el Bosque de los Lamentos, conectándose así con Gorate.

            Al igual que en el caso de Gorate, la ciudad de Torreleones ha sido casi desde el mismo momento de su fundación (por Amancio Salazar Tofone y Mario Domingo Telmasé) el escenario de historias misteriosas, horribles y extrañas… Una de aquellas historias habla sobre un viejo pozo que a veces aparecía de la nada en uno de los muchos senderos que atravesaban el Bosque de los Lamentos. Según se decía, si arrojabas al pozo algún objeto que tuviera para ti un alto valor sentimental (por ejemplo, esa medallita que tu abuelita ya fallecida de un tumor cerebral te regaló el día de tu comunión), este te concedía cualquier cosa que le pidieras; solo debías asomarte a la negrura que se veía desde la boca del pozo y gritar con ganas aquello que deseabas.

            Otra de aquellas historias, la más sonada, hablaba sobre la Matanza del Instituto, ocurrida en el Instituto Público Mario Domingo Telmasé en marzo de 1988. Por lo que me contaron los pocos supervivientes de aquella tragedia, una estudiante, una chica de piel macilenta y larga y brillante melena de cabello negro, masacró a la mayor parte de alumnos y docentes del centro sin siquiera tocarlos… Al parecer, con solo mirarlos, estos explotaban en mil pedazos o se retorcían como si de trapos escurriéndose se tratasen. Además de estas desgracias, la ciudad gozaba de ser la cuna de varios asesinos seriales bastante sangrientos y brutales: uno de ellos, el peor, decapitaba bebés y luego introducía su… ya sabes, por el agujero expuesto de la tráquea.

            Obviando todo esto, Torreleones era un lugar agradable para vivir, claro está, siempre que te guste vivir en una ciudad habitada por brujos, vampiros y todo tipo de criaturas sobrenaturales que se camuflaban entre los humanos comunes… Solo había un único centro comercial, el Mavi, donde podías encontrar el Duck Pizza, el Duck Noodles, y el Duck Búrguer (todos del mismo dueño), además del Torreleones Cinema y algunas tiendas de ropa. Al menos la ciudad contaba con una universidad: Universsidad Alfonso Ruiz Tofone, en cuya biblioteca, oculta a simple vista, se encontraba la entrada a un lugar bastante inusual… También contaba con un precioso hotel, el Manoir du Marquis, fundado en 1820 por los Telmasé de Gorate; un hotel en el que es mejor no hospedarte si aprecias respirar.

            Y ya no tengo nada más que contarte de Torreleones, mi amado hogar, mi querida cuidad, a la cual nunca jamás pude regresar… porque desde que todo esto comenzó, pasé a convertirme en uno de los objetivos de la Hermandad.

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